En la cola del Ferry

Semana y media en Margarita termina hoy. Una brisita marina, reluciente agua salina, vías en razonable buen estado, tráfico de no más de 15 minutos, súpermercados bien abastecidos, gente menos gruñona y un poquito menos de paranoia al caminar por las calles durante la noche.

Por momentos casi logramos sentir que no estamos en Venezuela, pero es equivocado pensar así. Primero porque, obviamente, sí seguimos en territorio nacional (y expropiaciones al único Hilton que quedaba así nos lo recuerdan) y segundo porque lo bueno no debería ser una excepción que nos haga creer que estamos fuera del país. Y es que así como Margarita tendrían que ser Caracas y su vecina La Guaira. La ciudad, cada vez más lejana de ese concepto y más cerca del primitivismo del homo erectus que vivimos los capitalinos, es lo que debería hacernos sentir que no estamos en nuestro país. Poco a poco nuestra calidad de vida ha ido involucionando frente a nuestras apáticas miradas y en vez de enfrentarlo, le sacamos el chiste. Extraño la Venezuela que aún sopla en Margarita y no es broma.

Enviado desde mi BlackBerry de Movistar.

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