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Kiss, único e irrepetible
Posted by Mairim Gómez Cañas
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sábado, abril 18, 2009
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Placeres Musicales
Paul Stanley, el “chico estrella” de Kiss, no mintió en la rueda de prensa ofrecida en vísperas del esperado concierto de la legendaria banda neoyorquina en Caracas: hay un solo Kiss y solo ellos pueden interpretar el rock de esa manera, su única y particular manera. Luces, pirotecnia y una descarga difícil de olvidar estremeció el estacionamiento de La Rinconada la noche del viernes 17 abril durante el cierre del tour Alive 35 que llevó a los ídolos del rock and roll por toda Latinoamérica.
Los ojos de los fans, algunos incluso con lágrimas entre el negriblanco maquillaje que ostentaban, resplandecieron al ver caer el telón que decía en letras gigantes Kiss. El sueño se hacía realidad tras más de 30 años de espera. “No sé hablar mucho español... pero entiendo sus sentimientos y mi corazón es de ustedes", dijo pronto Stanley con su característica voz, la misma que sedujo a carcajadas al púbico cuando entonó “Guantanamera” y “Cucucurrucú, paloma”. La “Paloma blanca” de Paul, sencillamente inolvidable. Los que hayan ido al concierto me darán la razón con una sonrisa iluminándoles el rostro.
La serpentina lengua de Gene Simmons hipnotizó a toda la asistencia mientras las descargas de Eric Singer, en la batería, y de Tommy Thayer en la guitarra líder hacían brotar las emociones al punto del delirio y el desmayo. "El gato" y "el hombre del espacio" se lucían aunque no fueran los fundadores Ace Frehley y Peter Criss. Pero todavía faltaba lo mejor del “Demonio” de Simmons. En la parte alta de la noche y bajo una incandescente luz verde, el emblemático rockero escupió fuego e hizo brotar de su boca un teatral colorante rojo sangre mientras su bajo incendiaba la tarima. Fue entonces, ante la ya extasiada multitud, cuando “el Demonio” desplegó sus alas y se elevó hasta lo más alto del escenario.
Simmons no sería el único. Todas las miradas se fueron al cielo cuando Paul Stanley voló por encima de nuestras cabezas hasta llegar al centro del espacio dispuesto para el espectáculo, justo en la tarima de las consolas de sonido. Inenarrable la emoción, así como el momento en que un diluvio de confeti inundó de blanco la vista de todos al compás de “Rock and Roll all nite”.
La nota negativa, hay que decirlo, la locación. No es justo que una banda del nivel de Kiss deba tocar en medio de un estacionamiento, plano, accidentado, como si se tratara de una banda local que toca en el terraplén más cercano. Sinceramente sentí vergüenza. No es justo el precio que se cobró por las entradas y que la seguridad haya sido tan pobre. En los alrededores se vendía licor por doquier, entre otras sustancias. Jóvenes se abalanzaron sobre los carros estacionados para ver el concierto desde fuera del perímetro delimitado por improvisados andamios e intentaron entrar por la fuerza lo que provocó enfrentamientos con la policía que respondió con bombas lacrimógenas y perdigones que se hicieron sentir puertas adentro.
Me entristeció que el cierre de una gira tan exitosa que congregó más de 50 mil personas en Buenos Aires y Bogotá y más de 30 almas en Perú, se despidiera en Caracas ante un grupo de poco más de 10 mil personas. ¡Por Dios! ¡Se trata de Kiss! Pero lo más lamentable es que con esa poca asistencia, la organización no diera la talla.
¿Escasa cultura rockera en Venezuela o exagerado precio en las entradas? ¿Quizá mucho de ambas? No lo sé y no quiero tomar posturas radicales. La noche de ritmos urbanos del Solid Fest, en los espacios abiertos de la Rinconada, además de contar con mejor organización, estuvo abarrotado de fanáticos que cantaron eufóricos cada pieza de reggaetón interpretada por Daddy Yankee y Wisin y Yandel, para la perplejidad de muchos de los que nos encontrábamos allí trabajando, pero no podemos dejar de lado el reciente y exitoso concierto de REM y Travis en la Simón Bolívar.
Kiss parece reírse del transcurrir del tiempo. Mientras todos los que nos llegamos a asustar alguna vez con la lengua sangrante de Simmons cuando éramos niños ya estamos sobre los 30 años, ellos siguen siendo los mismos. Con más fuerza que nunca emanan esa sedcutora esencia y magnestismo que solo unos verdaderos rockstars pueden poseer. Prometieron volver pronto. Quiero soñar con ese regreso.
Los ojos de los fans, algunos incluso con lágrimas entre el negriblanco maquillaje que ostentaban, resplandecieron al ver caer el telón que decía en letras gigantes Kiss. El sueño se hacía realidad tras más de 30 años de espera. “No sé hablar mucho español... pero entiendo sus sentimientos y mi corazón es de ustedes", dijo pronto Stanley con su característica voz, la misma que sedujo a carcajadas al púbico cuando entonó “Guantanamera” y “Cucucurrucú, paloma”. La “Paloma blanca” de Paul, sencillamente inolvidable. Los que hayan ido al concierto me darán la razón con una sonrisa iluminándoles el rostro.
La serpentina lengua de Gene Simmons hipnotizó a toda la asistencia mientras las descargas de Eric Singer, en la batería, y de Tommy Thayer en la guitarra líder hacían brotar las emociones al punto del delirio y el desmayo. "El gato" y "el hombre del espacio" se lucían aunque no fueran los fundadores Ace Frehley y Peter Criss. Pero todavía faltaba lo mejor del “Demonio” de Simmons. En la parte alta de la noche y bajo una incandescente luz verde, el emblemático rockero escupió fuego e hizo brotar de su boca un teatral colorante rojo sangre mientras su bajo incendiaba la tarima. Fue entonces, ante la ya extasiada multitud, cuando “el Demonio” desplegó sus alas y se elevó hasta lo más alto del escenario.
Simmons no sería el único. Todas las miradas se fueron al cielo cuando Paul Stanley voló por encima de nuestras cabezas hasta llegar al centro del espacio dispuesto para el espectáculo, justo en la tarima de las consolas de sonido. Inenarrable la emoción, así como el momento en que un diluvio de confeti inundó de blanco la vista de todos al compás de “Rock and Roll all nite”.
La nota negativa, hay que decirlo, la locación. No es justo que una banda del nivel de Kiss deba tocar en medio de un estacionamiento, plano, accidentado, como si se tratara de una banda local que toca en el terraplén más cercano. Sinceramente sentí vergüenza. No es justo el precio que se cobró por las entradas y que la seguridad haya sido tan pobre. En los alrededores se vendía licor por doquier, entre otras sustancias. Jóvenes se abalanzaron sobre los carros estacionados para ver el concierto desde fuera del perímetro delimitado por improvisados andamios e intentaron entrar por la fuerza lo que provocó enfrentamientos con la policía que respondió con bombas lacrimógenas y perdigones que se hicieron sentir puertas adentro.
Me entristeció que el cierre de una gira tan exitosa que congregó más de 50 mil personas en Buenos Aires y Bogotá y más de 30 almas en Perú, se despidiera en Caracas ante un grupo de poco más de 10 mil personas. ¡Por Dios! ¡Se trata de Kiss! Pero lo más lamentable es que con esa poca asistencia, la organización no diera la talla.
¿Escasa cultura rockera en Venezuela o exagerado precio en las entradas? ¿Quizá mucho de ambas? No lo sé y no quiero tomar posturas radicales. La noche de ritmos urbanos del Solid Fest, en los espacios abiertos de la Rinconada, además de contar con mejor organización, estuvo abarrotado de fanáticos que cantaron eufóricos cada pieza de reggaetón interpretada por Daddy Yankee y Wisin y Yandel, para la perplejidad de muchos de los que nos encontrábamos allí trabajando, pero no podemos dejar de lado el reciente y exitoso concierto de REM y Travis en la Simón Bolívar.
Kiss parece reírse del transcurrir del tiempo. Mientras todos los que nos llegamos a asustar alguna vez con la lengua sangrante de Simmons cuando éramos niños ya estamos sobre los 30 años, ellos siguen siendo los mismos. Con más fuerza que nunca emanan esa sedcutora esencia y magnestismo que solo unos verdaderos rockstars pueden poseer. Prometieron volver pronto. Quiero soñar con ese regreso.
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