Soñando en color oro fútbol

Para alguien que ama el fútbol, estos son los tres momentos más gloriosos: cantar un gol al equipo contrario en el estadio, ir a un Mundial y ver a su equipo alzar la Copa Fifa (sea frente a la tele o de cara al engramado). Hace cuatro años tuve la dicha de vivir dos de esos tres placeres. Sé que a algunos les puede resultar antagónico amar el fútbol y ser hincha de Italia al mismo tiempo, pero esa es mi verdad: soy tifosa hasta niveles irracionales, de las que se amarga días por una derrota, de las que grita al televisor, de las que llora contemplando un penal que se va al cielo en una final frente a Brasil.

Todavía me emociono al recordar ese domingo, cuando il capitano Fabio Cannavaro, luego de una dramática tanda de penales, alzaba la copa y me hacía estallar de felicidad suprema ya sin uñas, sin voz, sin sinapsis…. Pero caravanas caraqueñas y lucir en mi carro por buenos tres meses el “Siamo Tetracampeoni” (a pesar de la capa de mugre), no fueron suficientes.

Después de cada Mundial siempre me queda un guayabo futbolístico, un vacío de gol que no comienza a ceder sino hasta que se inicia el Calcio y el resto de las ligas; pero ese 2006 fue aún mayor el despecho. Y así, con el juicio embriagado todavía de triunfo, decidí regresar a Italia; esta vez no para extasiarme por horas contemplando el David y el Nacimiento de Venus en Firenze o sentarme en Piazza Spagna a comer un gelato de Tiramisú. Esta vez volvía para revolucionar cada fibra de mi ser con fútbol. Un Juventus-Napoli, un Roma-Milan y un amistoso Italia-Turquía, además de ingresar a una práctica, fue el saldo maravilloso.

Ahora, cuatro años después, y sabiendo tan lejos Sudáfrica, qué mejor para despedir el reinado de mis tetracampeones de Europa que teniendo el trofeo, ese que tantas figuras legendarias han alzado, besado y llenado de lágrimas, tan cerca.

El sueño más preciado del planeta fútbol, esa copa de oro macizo con más de seis kilos, aterrizó el viernes en Venezuela procedente de Lima en el marco de la gira internacional que apoyan la FIFA y Coca Cola. Bajo fuertes medidas de seguridad fue llevada a Caracas y presentada a los medios de comunicación en un acto en el que estuvieron presentes Roberto Mercadé, gerente general de Coca Cola Venezuela, la ministra de Deportes Victoria Mata, Leslie Dickens, gerente de relaciones públicas de la FIFA y el embajador de Suráfrica en Venezuela, Winsdon Gila. Tras su paso por Caracas, la Copa seguirá su gira por Panamá, México, Estados Unidos, Europa y Asia para llegar el 4 de mayo a Sudáfrica, sede de la competencia este año.

Fue brevísimo el instante junto a la Copa, pero para alguien como yo, con un corazón que late a ritmo de golpes de balón, fue emocionante, como lo es el regreso del torneo a tierras latinoamericanas dentro de cuatro años.

El representante de Coca Cola señaló que “los deseos sí se cumplen. Tenemos por primera vez en Venezuela la Copa del Mundo, la original de la cual es dueña la FIFA”. Y sí, es un deseo cumplido, pero en lo que a mí respecta, tenerla de nuevo acá es un sueño dorado y vinotinto del que no desistiré jamás, así como el de presenciar un Mundial. Brasil, allá nos vemos en 2014...

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